Noche de Reyes

Da igual las hostias que lleve encima,
siempre seré ese chico tímido y amable,
y quiero dedicarme este poema
por todas las cosas que hice
más o menos bien,
y por todas las noches de reyes
que he perdido,
últimamente,
lejos de quienes me importan;
y por los sacrificios que mis padres
no pudieron permitirse
(y mira que siempre se hacen excesos);
y por todos los niños pobres del mundo que,
como yo,
aún llevan sus zapatos rotos.

Porque para todo lo que no sea
grasa y polvo
hay una parte de mí que dice:
“¿para qué?”,
y otra parte de mí
se acuerda de mí
cuando tenía veinte años;
y quiero dedicarme este poema
por todas las veces que no me apunté
al plan de mis amigos,
sólo por aprovisionarme.

Supongo que sigo aquí
para ver cómo se hunden más barcos
y para odiar el nombre de Daniel,
y en este punto y aparte,
quiero dedicarme este poema
por toda la esperanza y la ilusión
que deposité en vano
sobre personas y acontecimientos
que no cumplieron las expectativas
o que,
más tarde,
se volvieron contra mí,
y por la imagen tácita
que se refleja
sobre todo lo que escribo.

Ese es mi mejor y único regalo,
y en esta noche tan especial
de un seis de enero cualquiera,
te ofrezco mi voz,
mi intestino,
mi rabia, mi amor,
mi enfermedad,

mi todo.

Deja un comentario